El Día de la Soberanía Nacional no es solo una fecha en el calendario; es una invitación a pensar en nuestra identidad, nuestra historia y la defensa de lo nuestro. Este año, los estudiantes de 4° A aceptaron el desafío de mirar el pasado con ojos curiosos y críticos.
Todo comenzó en el aula, con libros, preguntas y debates. Los chicos y chicas realizaron una profunda investigación sobre la Batalla de la Vuelta de Obligado y lo que significa ser soberanos hoy en día. Pero no quisieron que esa información quedara solo en sus carpetas.
Del papel a la acción Tras analizar los hechos históricos, el grupo decidió colectivamente que la mejor manera de compartir sus conclusiones con la comunidad educativa era a través de un formato que todos disfrutamos: el video. Se organizaron, guionaron y pusieron voz a sus ideas para crear una pieza que no solo informa, sino que invita a la reflexión.
Mira el trabajo de los chicos aquí:
El objetivo del proyecto: Más allá de aprender sobre historia, los estudiantes de 4° A buscaron conectar el pasado con el presente, demostrando que la soberanía se construye y se defiende día a día, también desde la escuela.
¡Felicitaciones a todo 4° A por el compromiso, la creatividad y el trabajo en equipo!
Cuentos de la selva es un proyecto que desarrollamos durante todo el año junto con 5.º B y 4.º B. A lo largo del proceso, exploramos los relatos de Horacio Quiroga, conocimos aspectos de su vida y analizamos algunas de sus historias más emblemáticas.
Entre los cuentos trabajados se encuentran “La tortuga gigante” y “Las medias de los flamencos”. Como parte del área de Educación Digital, los estudiantes aprendieron a utilizar herramientas de grabación y edición de audio para adaptar los relatos y convertirlos en pódcast, trabajando lectura expresiva, creatividad y producción digital.
Estas producciones integran literatura y Educación Digital, mostrando cómo los chicos y las chicas pueden crear contenidos auténticos utilizando herramientas tecnológicas de manera responsable y creativa.
Los invitamos a escuchar ambas producciones y disfrutar de cómo recrearon estas historias clásicas con sus propias voces.
Hay proyectos que empiezan con una idea pequeña, apenas un gesto, una conversación en el aula. Literflix nació así: cuando presentamos a 7.º grado la bialfabetización y mostramos cómo las plataformas recomiendan contenido según nuestros gustos. Bastó un segundo para que aparecieran las primeras voces:
“¡Vamos a hacer una app de libros como Netflix!”
“¿Nosotros vamos a entrenar la inteligencia artificial?”
Esas dos frases marcaron el inicio de un camino que mezcló lectura, conversación, programación y un modo nuevo de mirar la biblioteca. Desde ese día, los libros dejaron de ser solo libros. Se volvieron datos, emociones, categorías, decisiones compartidas. Y, sobre todo, se volvieron un puente entre grados: 7.º como equipo autor; 6.º como co-equipo, ayudando a mirar la escuela completa.
📽️ Presentación del proyecto
En esos primeros encuentros, lo más importante fue escuchar. Escuchar los gustos, las dudas, los miedos, los géneros preferidos, las emociones que aparecen cuando leemos. Los chicos y chicas de 6.º recorrieron la escuela con netbooks, encuesta en mano. Más de 140 estudiantes contaron qué leen, cada cuánto leen, qué sienten y qué eligen. Esos números —guardados en tablas y gráficos— terminaron siendo parte de la historia.
Cuando volvimos a la biblioteca, ya no éramos los mismos. Los equipos de 7.º elegían libros comentando si serían adecuados para otros grados. Leían en voz alta, marcaban palabras clave, describían emociones. Y cuando algo no cerraba, volvían a leer. Esa combinación —literatura + reflexión + destinatario real— fue la primera transformación del proyecto.
Pero faltaba la parte que más entusiasmaba: programar Literflix.
Y ahí apareció mBlock. Primero experimentamos con la cámara: algunas portadas no se reconocían porque la imagen estaba borrosa, otras porque el ángulo no era bueno. Aprendimos que la IA necesita ejemplos claros, variados, cuidados. Después vino la lógica: el famoso “si detecta X → recomendar Y”. Cada condicional era un pedacito de criterio lector convertido en código.
Mientras el sistema tomaba forma, el registro pedagógico crecía: observaciones, frases espontáneas, ajustes, pruebas fallidas y pruebas exitosas. Todo quedó escrito, porque Literflix también es eso: una manera de aceptar que el camino importa tanto como el resultado.
📄 Registro pedagógico
La carpeta de campo acompañó cada etapa: la formación de equipos, la lectura compartida, las dudas sobre género y tema, el entrenamiento del modelo, las primeras pruebas, la emoción de ver recomendaciones aparecer en pantalla y las devoluciones recibidas en Feria. Cada página es un fragmento de escuela viva.
📘 Carpeta de campo
Hubo un momento clave: la Feria de Educación. Las devoluciones nos ayudaron a crecer. Volvimos al proyecto con más preguntas que certezas, y eso fue bueno. Rediseñamos los comentarios desde lo emocional, ajustamos categorías, construimos personajes por nivel lector y grabamos audios para quienes aún están consolidando la alfabetización.
Luego hicimos la Campaña de Difusión y terminamos en un Día de Lectura Compartida que llenó el patio de historias, voces y libros que iban de mano en mano.
🛠️ Video: ¿Cómo se programó Literflix?
Y así, entre portadas borrosas, condicionales que se ajustan, encuestas que cuentan historias y libros que cambian de manos, Literflix dejó de ser un proyecto para convertirse en algo más grande: una forma nueva de leer la escuela. Porque no se trata solo de recomendar libros. Se trata de mirar a otro, de pensar qué podría gustarle, de elegir con empatía. Se trata de entender que la lectura —como la programación— es una estructura lógica que se construye con decisiones. Se trata de confiar en que una comunidad lectora puede nacer desde una netbook y un cuaderno, desde una cámara web y un cuento clásico, desde una frase de un chico de 12 años que dice: “Yo quiero leer uno de miedo.” Y ahí está la verdadera revolución: en descubrir que la tecnología no reemplaza nada… pero despierta todo. Que la biblioteca puede tener voz, colores y personajes. Que una escuela puede construir su propio sistema de recomendaciones. Que los chicos pueden programar un modo de encontrarse en los libros.
Porque, al final, cada libro recomendado abre un camino. Cada camino lleva a una historia. Y cada historia vuelve a empezar cuando alguien pregunta:
¿Qué libro le recomendarías a otro para que también se enamore de leer?